domingo, 11 de marzo de 2007

IBIS 2

Y entonces me preguntó si quería compartir con ella una copa. Su sonrisa me impulsó irremediablemente a aceptar su invitación. Fuimos hacia la barra y allí, mientras pedíamos, tuvimos una muy agradable y animosa conversación. Su espontaneidad y sencillez me encantaron y cada vez que sonreía era un regalo del cielo. ¡Y me estaba sonriendo a mí!

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