sábado, 2 de febrero de 2008

Super "Pow"

Parece increíble, cuesta asimilar y por si acaso se repite una vez más: ¡Pau Gasol ha fichado por los Lakers! ¡Gasol va a vestir una de las camisetas más codiciadas del Planeta Deporte! ¡Con sólo ponérsela Gasol ha elevado su cotización como no imaginó que pudiera ocurrir desde su elección en el draft de 2001! ¡Gasol es de repente amarillo!

Hubo siempre tres tipos de traspaso a dos bandas en la NBA: el que concentra la nueva atención en un solo equipo, el que reparte la atencion entre los dos y el que no busca atención sino alivio financiero o deportivo. Lo acordado este viernes entre Los Angeles Lakers y Memphis Grizzlies pertenece de raíz al primer caso. Son los Lakers el centro de la diana. A pocos días de la Deadline y con más de un caso por resolver, la escena NBA vuelve a iluminar de amarillo California y lo hace en el momento en que al otro lado del país los Celtics vuelven a reclamar su sitio. Un escenario que remonta a una rivalidad tal vez menos real que deseada. Pero cierto que más cercana que nunca con la honrosa excepción de 2002.

De la noche a la mañana los Lakers vuelven a ser protagonistas y Gasol resucita con toda la fuerza que habíamos olvidado y entregado a Calderón. Por ello urge responder a dos preguntas: adónde va Pau y qué han adquirido los Lakers.

Gasol cae a un equipo que precisaba actividad, tal y como tanto había reclamado Bryant. Una vez amainó la tempestad post-Shaquille y Kobe dejó de tensar la cuerda al máximo durante el pasado verano, reina por fin una paz deportiva en Los Ángeles que invitaba a operaciones de ingeniería rápida. La primera ha llegado. Y lo ha hecho en el momento preciso y sin coste inmediato. Phil Jackson descubrió que esta base tenía posibilidades durante los dos primeros meses y medio de la pasada temporada. Los Lakers practicaron entonces un Baloncesto que parecía imposible desplegar en torno a Bryant. Había fluidez, circulación y sentido, y el Triple Post volvió a funcionar como no lo hacía desde mayo de 2004. El repentino crecimiento de Bynum, la solidez de la compacta tercera fila (Farmar, Walton, Radmanovic, Vujacic, Turiaf), el regreso del engrase perfecto (Fisher) y una adición defensiva (Ariza) más la estabilidad de Odom, han convencido a Bryant de que “redimirse en este equipo es posible” y situado a los Lakers en un punto de repentina credibilidad que por fin es real. La llegada de Gasol no responde a la baja de Bynum. Sino a la suma interior en la que Bryant se forjó como estrella. Al equipo no llega una suma. Llega de una sola pieza el producto que difícilmente habrían podido encontrar con la llegada de complementos. El ansiado salto con un jugador de su entidad es más posible que nunca.

Gasol va a atravesar una experiencia fascinante: compartir la última madurez de Kobe Bryant, un jugador que difícilmente soportaría la presencia de un Pippen a su lado. Pero al que en cambio la fuerte presencia interior le vio siempre favorecido. Y eso es precisamente lo que vuelven a situar los Lakers a su lado: frontcourt. Lógico para un equipo que se conduce bien por el exterior y parece morir a la ausencia de Bynum. La sola idea de resolver un quinteto titular formado por Derek Fisher, Kobe Bryant, Lamar Odom, Pau Gasol y Andrew Bynum habría bastado para silenciar las ambiciones de Bryant del pasado verano. La formación que presentan ahora los Lakers liquida de un plumazo la convicción de que el límite de este equipo era la primera ronda. Sin haber arrancado el experimento estos Lakers pasan a ocupar la primera posición de la segunda línea del Oeste. El primero pertenece aún a San Antonio, Phoenix y Dallas. Pero un cambio de esta naturaleza eleva tres grados a cada miembro de la plantilla angelina; de Kobe al propio Gasol, a todos y cada uno de ellos, a la manera de Boston.

Gasol se ve además favorecido por el factor crucial de esta nueva situación: el peso de la franquicia no recae en sus hombros. Lo hace en Bryant. El proyecto Memphis flaqueó durante los seis años y medio que Pau estuvo en el equipo. Lo hizo por múltiples defectos. Pero a esa insuficiencia contribuyó el propio Gasol. Su carrera en Tennessee, demasiado larga para tan poco que recordar, ha demostrado que Gasol no es un jugador franquicia. No al modo necesario. Cuando las cosas vinieron mal dadas, Gasol no contravino la corriente. Se dejó arrastrar por ella. Cuando vinieron mejores Gasol no protagonizó el salto previsto, el golpe que hubiese acreditado al menos por una noche, por una sola noche, que una franquicia NBA inserta tres años consecutivos en Playoffs (0-12) podía organizarse a su alrededor. Como última prueba el traspaso: la convicción de Chris Wallace de que los Grizzlies de Gasol eran historia. El traspaso sin exigir a cambio toda la medular de un equipo, como reclamaron de Chicago.

Gasol llega también a su hora punta. Pone a prueba su verdadero valor en el momento en que su valor estaba en entredicho. Es momento de recuperar la mejor versión posible de este jugador cuyo potencial parecía empeñado en no exhibir nunca su tope. Hubo siempre una diferencia tangible entre el Gasol motivado (vs Estados Unidos, Atenas 2004) y el Gasol cotidiano, peligrosamente instalado en el horizonte difuso al que nos acostumbraron sus números sin apenas incidencia en el resultado final. Gasol cumple un sueño. Pero afronta a la vez el examen de su vida. Un examen de su exclusiva responsabilidad y que se expresa a través de una sola pregunta: ¿Puede un equipo NBA aspirar realmente al anillo con él en primera línea? La pregunta no es ociosa. Porque a L.A. llega para no estar solo.

Gasol se une a un grupo de jóvenes humanamente envidiable. Los muchos problemas angelinos, incluyendo la última sombra de Smush, quedaron atrás. También atrás quedaron los sufridos por Pau cuando la terna Williams-Wells-Watson burló su autoridad y cuando Jerry West aseguró que Gasol no era lo que la NBA entiende por jugador franquicia. No deja de ser curioso que West aparezca muy al fondo de esta operación, como el padre que llama para dar el último consejo, el que no supo o no pudo descifrar en Memphis.

Gasol entrega su destino a Phil Jackson, un maestro de hombres y el mejor entrenador del mundo en las últimas dos décadas. Gasol se pone al servicio de una leyenda viva que supo resolverlo todo. Todo salvo una cosa: la relación Bryant-O’Neal. Y aun ese problema le reportó otros tres anillos. Ahora los problemas son estrictamente de pista y suaves. Gasol representa con firmeza lo que los técnicos americanos refieren como coachable. Por ello está de suerte. Nunca ha sido un gran defensor. Pero uno de los grandes secretos de los equipos de Jackson reside en diluir las lagunas de la defensa individual en el quehacer colectivo, igual que el rebote. Ello hará que Pau se encuentre en una situación de comodidad como nunca había conocido. Si su problema era la responsabilidad terminal, en Los Ángeles no la tiene. Si su problema era la vulgaridad del equipo, en Los Ángeles no la tiene. Si su problema era la motivación, en Los Ángeles encuentra el fuego que buscaba.

También Gasol se pone a prueba como hombre. Ingresa en un paraíso llamado Hollywood. Un paraíso que tanto glorificó inteligencias como terminó por desnudar otras (Haywood, Ryder, Rodman). Los Ángeles no es Memphis. Su vida privada se multiplicará en mil direcciones nuevas. Tan sólo se trata de encontrar cuanto antes la única importante: la profesional.

Hay en la NBA tres franquicias excepcionales. Lakers, Knicks y Celtics. Excepcionales porque no dejaron de ser noticia incluso cuando tocaron fondo. Cuando una de ellas adquiere el nivel de aspirante la NBA se frota las manos y la temperatura de la liga asciende diez grados. Es el caso con la llegada de Pau a Los Ángeles. La retrospectiva es tan rica que la noticia remonta tanto a la apuesta por Divac como al histórico buen gusto que tuvieron los de California en traspasos que a la postre resultaron claves.

Que por muchas razones Gasol ha hecho ya historia pasa por evidente. Que ha sido el mejor jugador en el corto peregrinar de la franquicia Memphis-Vancouver también lo es. Pero se da la curiosa circunstancia de que en la brillantísima historia de los Lakers la posición que menor inclinación al estrellato exhibió fue la de cuatro, la única que sigue sin ver retirado un dorsal amarillo. Los días de Pau como cinco están contados. En cuanto Bynum se incorpore a pista seremos testigos de una pareja interior sencillamente apasionante.

Y aunque los Lakers no sean firmes candidatos al anillo a no ser la llegada de un Kidd, Pau Gasol no olvidará jamás el viernes 1 de febrero de 2008, el día en que su destino se presentó en bandeja de oro. Como los sueños.

Gonzalo Vázquez
ACB.COM

LAKERS VIDEO: WELCOME TO L.A.
http://www.nba.com/lakers/news/080201detailsofthedeal.html

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